Es innegable que el burnout o síndrome del quemado laboral es uno de los mayores problemas que enfrentamos hoy en el contexto del trabajo, independiente del rubro, tamaño y condición de las empresas, siendo además complejo de manejar. Se sabe que la mayoría de las organizaciones no saben cómo medir el impacto y, con tanta gente teletrabajando, es aún más difícil reconocer cuándo está sucediendo.
Por tanto ¿qué se puede hacer? Principalmente, son los líderes quienes juegan un rol clave en este sentido pero la mala noticia es que muy pocos confían en sus habilidades o las conocen en plenitud. De hecho, según algunos estudios sobre el tema, prevenir el agotamiento en sus equipos es una de las áreas donde los líderes se califican a sí mismos como los más bajos. Pero ¿qué significa burnout? La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo declaró como un síndrome que afecta al mundo del trabajo y que es resultado del estrés crónico al cuál estamos expuestos, amplificado además por la crisis sanitaria, y que no es abordado con éxito.
Es importante diagnosticarlo ya que además del riesgo físico que implica, motiva a la fuga de talentos y es un elemento que no permite llegar a niveles de productividad esperados, lo que resulta peligroso para aquellos trabajos críticos que requieren detalles y atención, como el área de la salud, educación o finanzas.
Existen habilidades que las personas con cargos jerárquicos pueden y deben gestionar de manera sostenida para disminuir la prevalencia de esta problemática y que se puede enumerar en la siguiente lista. Primero, empatía. Esta habilidad blanda se ha clasificado en diversos estudios como el principal atributo de las empresas que estaban mejor preparadas para mitigar el agotamiento de los colaboradores. Cuando los líderes se conectan con sus equipos desde el nivel humano, es más probable que identifiquen los riesgos para el bienestar y los síntomas asociados. Segundo, dar coaching. Mientras más aumentan la carga de trabajo y la incertidumbre, los equipos buscan tener mayor información sobre lo que deben hacer y cómo, y ésta práctica tiene un impacto directo en la reducción del estrés laboral crónico. Tercero, acompañar en el cambio. En estos momentos puede ser visto como el mejor protector del agotamiento, ya que estamos lidiando con muchos cambios, y contar con una jefatura disponible para dar claridad, enfoque y propósito se torna crucial para prevenir.
Tampoco podemos dejar de lado la capacidad que pueda tener un líder de fomentar la confianza. Sabemos que es difícil desde la virtualidad, pero la camaradería y las conexiones entre los integrantes son herramientas poderosas para combatir el exceso de trabajo, ya que si no se crean estos espacios, las personas pueden sentirse poco vinculadas, y en casos extremos, despreciadas por la organización.
Finalmente, nadie es inmune a tener estas emociones negativas en el trabajo, pero quienes ejercen liderazgo están en una posición privilegiada para influir en los demás ayudando a sus equipos. Para ello, es claro que necesitan de autocuidado y gestionar su propio nivel de agotamiento para poder apoyar a sus equipos de forma eficaz.
Marcelo Oliva Abusleme