Pensemos qué sucedería en Chile si no hubiera sistema de pensiones. Los trabajadores dependientes no estarían obligados a ahorrar el 10% de su sueldo. En consecuencia, los individuos tendrían más libertad para gastar sus ingresos. Sin embargo, cada persona tendría que buscar una forma para sustentar económicamente su vida si decide acogerse a la jubilación.
Ante tal escenario, y si asumimos que los individuos se comportan racionalmente, éstos estimarían montos a ahorrar durante su vida económicamente activa, asignarían dichos recursos para que sean invertidos eficientemente, y finalmente retirarían mensualmente el dinero ahorrado durante su vejez. Además, las personas decidirían a qué edad se jubilan.
Sin embargo, la realidad es distinta. Así que legítimamente podríamos preguntarnos: ¿por qué existen los sistemas de pensiones?
En primer lugar, los individuos, en general, tienen preferencia por consumir más en el presente que en el futuro. Un estudio muestra que Chile es uno de los países cuya población refleja este fenómeno de manera más intensa (Wang, Rieger & Hens, 2015). Esta “impaciencia” no incentiva a los individuos para que ahorren en el presente pensando en su jubilación, siendo “tentador” para ellos gastar su dinero cuanto antes. Por lo tanto, un sistema de pensiones que incluye un pilar de contribución obligatorio permite mitigar este inconveniente.
Segundo, los hogares de menores ingresos destinan en promedio un porcentaje mayor de su ingreso para el consumo. En base a fuentes del Banco Central de Chile, para el quintil de menores ingresos (Q1) es un 100%, mientras que para el quintil de mayores ingresos (Q5) es solo un 60%. Lo anterior se explica por las necesidades mínimas de subsistencia. Esto dificulta a las familias del Q1 a ahorrar montos lo suficientemente altos como para tener una pensión que les permita vivir cómodamente. Es por eso que muchos sistemas de pensiones realizan transferencias directas a dichos sectores bajo criterios de solidaridad.
Tercero, se requiere de autocontrol para implementar un plan financiero personal. Esto implica realizar presupuestos, planificar ingresos y gastos, junto con desarrollar planes de ahorro que permitan alcanzar metas financieras. Además, tener altos conocimientos en educación financiera permite que las personas puedan elegir el instrumento de inversión más apropiado en cuanto a horizonte temporal, rentabilidad, costos y nivel de riesgo. La carencia de estos conocimientos y hábitos en muchas personas no permite que éstas puedan adoptar dichas medidas. De acuerdo a la última Encuesta Financiera de Hogares (EFH) del Banco Central, solo el 36% de las familias chilenas posee hábitos de ahorro. Es por eso que varios sistemas de pensiones establecen incentivos para el ahorro voluntario y fomentan la educación previsional para tomar decisiones más informadas.
En conclusión, los sistemas de pensiones son necesarios. Hago un llamado a valorar y cuidar su existencia, más allá de su tipo, y que podamos encauzar el sistema chileno a un proceso de reforma que mejore las pensiones en monto y cobertura, y que sea sostenible en el tiempo; evaluando toda propuesta en base a su mérito.
Carlos Delgado Fuentealba